viernes, junio 08, 2007

Aguanta el tipo y anda

''El espacio -dice- es grande. Muy grande. Usted simplemente se negará a creer lo enorme, lo inmensa, lo pasmosamente grande que es. Quiero decir que quizás piense que es como un largo paseo por la calle hasta la farmacia, pero eso no es nada comparado con el espacio. Escuche...'', y asi sucesivamente.

La verdad pura y simple es que las distancias interestelares no caben en la imaginación humana.
Incluso la luz, que viajan tan deprisa que a la mayoría de las razas les cuesta miles de años comprender que se mueve, necesita tiempo para recorrer las estrellas. Tarda ocho minutos en llegar desde la estrella Sol, Alfa Próxima.
Para que la luz llegue al otro lado de la Galaxia, a Damogran, por ejemplo, se necesita más tiempo: quinientos mil años.
El récord en recorrer esta distancia está por debajo de los cinco años, pero así no se ve mucho por el camino.
La Guía del autoestopista galáctico dice que si uno se llena los pulmones de aire, puede sobrevivir en el vacio absoluto del espacio unos treinta segundos. Sin embargo, añade que, como el espacio es de tan pasmosa envergadura, las probabilidades de que a uno lo recoja otra nave en esos treinta segundos son de doscientas sesenta y siete mil setecientas nueve contra una.
Por una coincidencia asombrosa, ése también era el número de teléfono de un piso de Islington donde Arthur asistió una vez a una fiesta magnífica en la que conoció a una chica preciosa con quien no pudo ligar, pues ella se decidió por uno que acudió sin invitación.
Como el planeta Tierra, el piso de Islington y el teléfono ya están demolidos, resulta agradable pensar que en cierta pequeña medidas todos quedan conmemorados por el hecho de que Ford y Arthur fueron rescatados veintinueve segundos más tarde.


Dos elevado a veinte mil contra uno y disminuyendo.

Guia del autoestopista galáctico,Douglas Adams


Nacer para encontrarte - Ella Baila Sola

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Más vale sembrar una semilla en este día que llorar la que se perdió ayer

Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella, más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos. Como quiera llamarlo, lo importante es poder cerrarlos, dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
¿Terminó con su trabajo?, ¿Se acabó la relación?, ¿Ya no vive más en esa casa?, ¿Debe irse de viaje?, ¿La amistad se acabó?
Puede pasarse mucho tiempo de su presente "revolcándose" en los porqués, en devolver el casette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho.
El desgaste va a ser infinito porque en la vida, usted, yo, su amigo, sus hijos, sus hermanas, todos y todas estamos abocados a ir cerrando capítulos, a pasar la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltar, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros.
No. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir! Por eso a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, papeles por romper, documentos por tirar, libros por vender o regalar. Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y
hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que pasar la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente. El pasado ya pasó.
No esperen que le devuelvan, no espere que le reconozcan, no espere que alguna vez se den cuenta de quién es usted. Suelte el resentimiento, el prender "su televisor personal" para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarlo mentalmente, envenenarlo, amargarlo.
La vida está para adelante, nunca para atrás. Porque si usted anda por la vida dejando "puertas abiertas", por si acaso, nunca podrá desprenderse ni vivir lo de hoy con satisfacción. Noviazgos o amistades que no clausuran, posibilidades de "regresar" (a qué?), necesidad de aclaraciones, palabras que no se dijeron, silencios que lo invadieron ¡Si puede enfrentarlos ya y ahora, hágalo!, si no, déjelo ir, cierre capítulos. Dígase a usted mismo que no, que no vuelve.
Pero no por orgullo ni soberbia, sino porque usted ya no encaja allí, en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en ese escritorio, en ese oficio. Usted ya no es el mismo que se fue, hace dos días, hace tres meses, hace un año, por lo tanto, no hay nada a que volver.
Cierre la puerta, pase la hoja, cierre el círculo. Ni usted será el mismo, ni el entorno al que regresa será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático.
Es salud mental, amor por usted mismo desprender lo que ya no está en su vida. Recuerde que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo, nada es vital para vivir porque: cuando usted vino a este mundo 'llegó' sin ese adhesivo, por lo tanto es "costumbre" vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy le duele dejar ir. Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr porque, le repito, nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad.
Pero ... cierre, clausure, limpie, tire, oxigene, despréndase, sacuda, suelte. Hay tantas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escoja, le ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. ¡Esa es la vida!

Paulo Cohelo


Despidete - Ella Baila Sola


Te extraño , te lloro , te recuerdo

"Me cuesta imaginar mi vida si tu no estas".
"Lo busco en cada amanecer".
"Me hace mucha falta".


No son solo palabras. Son sentimientos que surgen con el dolor de extrañar lo que hemos perdido. Y el dolor de la pérdida nos traspasa el corazón en al misma medida de la fuerza del amor perdido. El llanto brota en nuestros ojos y recordamos cada momento compartido. Nos sentimos tristes, no queremos comer, no podemos dormir, creemos morir a cada instante. Nuestros sentidos se amplifican de nostalgia y los perfumes, colores y sabores evocan lugares, tiempos, circunstancias, presencias que hoy laceran el alma por su ausencia. En fin, estamos deprimidos. La causa una pena de amor.

Qué debemos hacer:

-Dejar que los afectos nos invadan: frente al shock de la pérdida podemos reaccionar de muchos modos. Uno es negarlo, tapar los afectos que como surtidores van saliendo. Al sofocarlos no sólo hacemos que se transformen en al energía que puede dar lugar al nacimiento de los síntomas sino que, también, impedimos que sanen, porque nunca pueden sanar en ausencia.
La tristeza y la pena son reacciones no sólo normales, sino necesarias para elaborar la separación de lo perdido. Si no se entristece no se aprende. Así que frente al amor perdido: mirarlo de frente, dejar que nos invadan los afectos que vayan surgiendo Soltar en nuestros ojos, nuestra boca, nuestro corazón, las emociones. Todas y cada una. No tener vergüenza de buscar un hombro, un pecho, una mano que nos acompañe...

-Dejar que los amores partan: lo que la depresión pone en juego es nuestra capacidad de poder aprender a separarnos, a desprendernos, a soltar al otro. En este dejar partir reconocemos que "no soy tu dueño", que "nunca te perdí porque no eres mía", que no debo interferir en los caminos que cada cual transita. Y también a aprender a ver que cada vínculo es una cita que la vida nos proporciona para aprender algo de nosotros.
Dejar que los amores partan es un modo de despedirse.
Y si bien en cada despedida algo de nosotros se va con el otro también puede enriquecernos mucho.

-Dejar de buscar el culpable: "Usted es la culpable de todas mis angustias, de todos mis quebrantos" dice un bolero de Gabriel Ruiz. A veces, prisioneros de la necesidad de buscar a quien hacer responsable de una situación que sentimos como fracaso perdemos de vista que no hay tal fracaso, que se trata de una experiencia que podemos transformarla en riqueza para nuestra vida. Buscar culpable es un rebusque que no nos ayuda a cincelar la pena de amor que nos mantiene aferrados y arraigados al ayer.

-Dejar de creer en amores inmortales: muchas veces uno queda atrapado en el espejismo de "para siempre". Aunque para el bolero existan amores "que inolvidablemente vivirán en ti" esto no tiene que hacernos perder de vista que desde chicos vivimos (no se si aprendimos) es el hecho que los amores se van. Que el amor es siempre un don que nos falta y como nos falta es que lo buscamos y cuando lo encontramos nos damos cuenta, al poco de andar, que no hay amores perfectos, que lo buscado nunca es igual a lo encontrado, porque lo que buscamos es "alguien" que cubra todos nuestros agujeros y carencias.

-Dejar de anclarnos en el pasado: hay amores que nunca pueden olvidarse. El de la madre, por ejemplo, pero llega un tiempo que uno necesita otra mujer, necesita cosas que mamá no puede darnos. Del mismo modo hundirse en el pasado no nos permite seguir avanzando, no nos deja ver nuevas perspectivas, nuevos caminos. Hay gente que frente a una pena de amor se plantea "Cómo despertar si tú no estas…" Muy simple: usando un despertador. Cualquiera sea. Para cada uno será algo diferente. El corazón puede despertarse, pero hay que recordar que para que suene la alarma hay que dar cuerda. Solo hace falta descubrir cual es la "cuerda" de cada uno.

-Si un vínculo se rompe, si nos invade una pena de amor hay que tener presente que es saludable llorar, extrañar y recordar. No se prive de nada ya que solo se puede dejar atrás aquello que primero se vivió intensamente. Todo esto para poder sentir, al final de la jornada de la depresión, la libertad que da el desapego y el reconocer que hemos podido amar y hemos podido soltar y este ida y vuelta nos ha hecho crecer.
Sobre esta base prepárese un kit de autoayuda para el sábado por la noche y salga al mundo, que hay gente maravillosa con la cual da muchas ganas de caminar amarraditos o bailar apretados.

No nos une el amor, sino el espanto.
¿será por eso que la quiero tanto?


Jorge Luis Borges


Ay de ti, Ay de mi - Ella Baila Sola


-Cinco contra uno y disminuyendo...-decía-, cuatro contra uno y disminuyendo..., tres a uno..., dos..., uno..., factor de probabilidad de uno a uno..., tenemos normalidad, repito: tenemos normalidad.

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